I Parte
 

I Parte

El

Sueño

 





 

El Reino

  Se acercaba la hora de la ceremonia de presentación en el palacio real, los sirvientes y maestresalas caminaban diligentemente por los   pasillos de las habitaciones terminando con  los todos preparativos y afinando cada detalle en el palacio real para la ceremonia que estaba a punto de comenzar.

 

  En el recinto, la sala principal, se encontraban todos los que habían sido invitados,  principales en el reino, jefes de estado, oficiales, quienes ocupaban una posición y cargo dentro del palacio real. Todos ellos estaban ansiosos por presenciar la ceremonia de presentación de quien tomaría  el lugar de la primera dama, la reina, que se sentaría a la diestra de la autoridad máxima del reino.

 

  En las afueras del palacio y dentro de la ciudad se respiraba un ambiente de expectación y al mismo tiempo de celebración. Una sensación de confianza y sumo respeto por quién tenia en su mano las riendas y la dirección de aquel reino que gozaba del respeto y la honra de todos los pueblos. La gloria de este reino sobrepasaba a todo lo que antes de el había sido conocido, emanaba suma sabiduría y por lo tanto una gran autoridad que nadie podía contradecir pues   había comprobado ser digno de ella.

 

  Habían pasado los tiempos de guerra, la paz estaba sobre todos los pueblos de alrededor y era el  del establecimiento, tiempo de gozar de los beneficios y riquezas que había logrado alcanzar hasta ese momento. Y mientras aquellos invitados meditaban en todo esto, esperaban ansiosos el momento en que  entrar y dirigirse al estrado a aquella mujer, la , la indicada, la que había sido escogida de entre todas, para tomar aquel privilegio que al mismo tiempo representaba la mayor responsabilidad que una mujer podía tomar en sus manos, responsabilidad que una vez tomada no podría evadirse. Todo el reino estaba en espera de aquel trascendente acontecimiento.

 

 

 

La Ceremonia

  Todo lucia de lo mejor, aún los detalles mas pequeños habían sido cuidadosamente diseñados para la ocasión. Terminados en oro y metales preciosos, saltaban a la vista en todo el palacio y principalmente el corredor que conducía a cada invitado hacia el recinto, la sala principal.

 

  Era imposible dejar de sorprenderse ante la majestuosa decoración de aquel lugar. En las habitaciones interiores, las diferentes personalidades que tomarían  lugar en la ceremonia, terminaban de afinar sus ropas que para la ocasión lucirían de gala, sin olvidar que su porte y sus palabras tendrían que ser nada menos que perfectas.

 

  La sala principal sería donde tendría lugar la ceremonia de presentación. En la parte de enfrente estaba el estrado donde había sido colocado el trono del rey a su lado el trono que ocuparía la recién coronada reina, los dos eran hechos de oro  puro y recamados de terciopelo en color grana. Todo estaba listo, solo esperando el momento en que se llevara a cabo aquella gran celebración.

 

   De pronto, el silencio comenzó a reinar en aquella sala pues hacía su entrada a aquel lugar la autoridad máxima en el reino, el rey a quien le precedía su distinguida corte y se dirigían al estrado que había sido preparado para la ocasión y donde cada uno tenía su lugar reservado, ordenado de acuerdo a la autoridad que habían recibido sin incluir por supuesto, en esta categoría al rey quien les había otorgado esta honra, pues tenía en su mano toda autoridad para asignar o destituir a cualquiera de acuerdo a su beneplácito. Todos tomaron sus lugares mientras los encargado de dirigir la ceremonia daban últimas instrucciones en el estrado.

 

  El rey lucía muy sereno pero complacido por la ocasión y por presentar delante de la asamblea a la mujer sobre quien pondría la corona real en su cabeza y así se convertiría en la mujer mas importante del reino. 

 

 

La Investidura de la Reina

  Dentro del palacio, en el lugar indicado una gran habitación que lucía con finos y escogidos detalles traídos algunos de tierras lejanas, decoraban y embellecían la habitación, sus paredes recubiertas de tapices, sus cortinas de cedas traídas desde la India que habían sido confeccionadas y bordadas en púrpura y lino fino, cubrían enormes ventanales que daban a los frondosos jardines del palacio.

 

  Todo estaba preparado para quien estaba a punto de ser coronada reina. Su vestido era de brocado de oro, con bordados; sus accesorios y joyas también escogidas, con las cuales iba a ser presentada delante del rey.

 

  Ella estaba ahí dentro de la habitación para ser ataviada y junto con ella una mujer, pero no podía ser cualquiera; solo una persona en todo el reino sería la indicada para ataviarla. Esta mujer le enseñaría el camino y le daría instrucciones precisas de lo que estaba a punto de experimentar. Esa persona era la reina madre, quien con toda su experiencia y sabiduría podría indicarle la manera en que debía conducirse y desempeñar el papel que estaba por tomar. Había llegado ya a la habitación y con toda la paciencia y el cuidado que alguien podía poseer, comenzó a vestir a aquella emocionada y expectante mujer que con admiración la observaba mientras escuchaba atentamente a sus palabras.

 

  La templanza y serenidad emanaban de su persona, como quien después de una batalla ganada se paraba triunfante delante del enemigo; así lucía aquella hermosa dama en todo su aspecto en cuya cabeza ya lucía cabellos blancos y cuyas manos reflejaban muchas experiencias vividas.

 

  Con mucha dedicación la reina madre comenzó a ataviar a la mujer que ese día iniciaría su misma trayectoria; hasta que finalmente estaba preparada, solo necesitaba dirigirse al recinto y recibir de la mano del rey la corona y el cetro declarándola reina.

 

 

 
Tiempo de Reinar
 
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665 391 7365.
 
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